¡Cuántas
veces en la vida una palabra nos ha hecho reaccionar!: una palabra de amigo, de
consuelo, de reclamo, de felicitación, de amor, de silencio. Pero también las
palabras pasan sino las escuchamos, no producen ninguna reacción en nosotros
por más sabias que sean, se hacen rutina, ruido y vaciedad.
¿Recuerdas
algunas palabras importantes en tu vida? ¿Cuáles? ¿Qué reacción te produjeron?
¿Cómo debe ser nuestra actitud ante quien nos habla?
En
el caso de Dios, siempre ha hablado, mejor dicho, se ha comunicado: su Palabra
es viva y eficaz, provoca lo que dice (Is 55,10-11; 1 Ts 2,13; Hbr 4,12), es la
verdad (Sal 119,160; Jn 17,17), su Palabra es vida (Dt 32,46-47; Jn 6,63),
permanece para siempre (Is 40,8). Dirigida al hombre, la Palabra de Dios es
llamado, es vocación (Gn 15,1-6; Ex 3,1-2; Is 3,1-14…).
Por
eso ante esta palabra el hombre no puede resistirse, debe reaccionar (Jr
20,8-9; Hbr 4,12), ella da sentido a su vida y es luz para sus pasos ( Sal
119,105). La Palabra de Dios suscita en el hombre amor apasionado a Dios y su
justicia (1 Re 19,5), al mismo tiempo crisis de soledad y sin sentido,
incomprensión en la lucha por el bien y la verdad. Al mismo tiempo la Palabra
de Dios es causa de “gozo y alegría en el
corazón del hombre” (Jr 15, 10-21).
De
este modo, quien escucha la Palabra de Dios debe reaccionar, tomar posición:
asumirla en su vida con interés y sinceridad (Dt 6,6-8), ponerla en práctica
(Sal 119,9; Mt 7,24 siguientes; Stg 1,22-25), anunciarla (2 Tim 4,2). Se
transforma en un “ministro de la Palabra”
(Hch 6,4), fuerza para la justicia y la solidaridad (2 Tim 3,16-17).
¿Qué
te hace pensar esta reflexión? ¿A qué te compromete la escucha de la Palabra de Dios?
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2 comentarios:
Agradezco infinitamente a Dios el haberme permitido conocerte y ser amigos. TQM mi Padre Clemente.
La palabra de Dios nos confronta, nos saca de nuestra comodidad y nos lleva a pensar en el prójimo. Cuando profundizamos en ella en comunidad como hacemos en la lectio divina, es muy enriquecedora, a cada uno nos va a hablar de una manera diferente y muy especial. Agradezco a Diosito que me ha concedido la gracia de compartir la palabra con los vecinos en el edificio donde resido, el verlos tan animados e interesados me hace reflexionar en la necesidad de escuchar a Dios que tenemos todos en estos momentos. Que bello cuando la compartimos. Abrazos padre!!!
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