2 jul 2014

LA VIDA DE DIOS

 
 
 
 
La Vida de Dios, esta afirmación suena discordante, incongruente; porque Dios es vida en sí mismo, es la vida por excelencia, sino, no fuera Dios. Por consecuencia toda vida se origina en Él, se conserva en Él y se renueva en Él. Él es por tanto el Dios de la Vida, quien proporciona real y verdadera vida a toda Vida. Se podría concluir que para desarrollar una autentica vida, se hace imprescindible la presencia de Dios. Estas afirmaciones son discutibles, pero las comparto desde la fe, desde el creyente.
Estoy convencido que la plenitud de la vida humana, es decir, “una vida en abundancia” (Jn. 10,10), es el desarrollo de la Vida de Dios, que se construye desde el alma, desde la interioridad; es la vida interior, la vida espiritual.
 
La familia de hoy necesita de este espacio de paz y sosiego, que renueve y revitalice su Vida ante la conflictividad de la sociedad. Este espacio armonioso, idealmente debe ser el hogar donde se reside y con quienes se convive.  Sin embargo la realidad de los hogares nos muestra, muchas veces, intensos conflictos familiares, divisiones, o el estrés del trabajo y el día a día, que no permite el disfrute de esta dimensión mística.
 
Sin saberlo buscamos recrear esta dimensión insondable en las temporadas vacacionales, cuando acudimos a la playa, montaña, salimos de nuestra ambiente común. El cultivo de la interioridad se consigue con la practica el crecimiento espiritual, con la meditación, la lectura, escuchar música, tiempos cortos en la playa y la montaña, el conocimiento a través de la filosofía, la religión, y otras. La vida espiritual es una redimensión de la vida de cada día, su práctica remoza la persona, quien se auto descubre y se reencuentra consigo mismo, renovando su sentido de vivir.
 
El paso de los años, la acumulación de experiencias significativas y las circunstancias de la vida, naturalmente provocan un cambio de etapas vividas, un cierre de ciclos, hacia otros espacios o dimensiones de la vida, dentro de los cuales la dimensión trascendente es la piedra angular, la base motora, por decir.  Pero, ¿qué efecto causa  la práctica de la vida espiritual en la persona?
Una primera acción de la vida del espíritu en las personas, muy determinante, es asumir como finalizadas las etapas dolorosas o frustrantes vividas, olvidarlas y sobre todo sanar sus raíces negativas  en el alma, en la psicología, en los recuerdos, en las motivaciones, en las emociones y demás. Esto es una real ganancia, porque el pasado queda atrás sin afecciones psicosomáticas; y más importante que todo, nos lleva a canalizar nuestras energías hacia otros horizontes más gratificantes.
La vida espiritual hace que tu vida sea plena: asumida, motivada, comprometida, ganadora,  llena  de paz y sosiego, de luz y armonía.  Crea en ti una sensibilidad profunda hacia los acontecimientos, la naturaleza y las personas; porque te hace penetrar en el sentido eminente de las mismas. Por eso hablar de vida espiritual, es hacerte consciente de la presencia de Dios en tu vida, como lo expresa contundentemente la Biblia: “en él vivimos, nos movemos y existimos” (Hch 17,28).
La actividad que por excelencia nos lleva a esa conciencia-presencia de Dios en nuestra vida es la oración, entendida sencillamente, como diálogo de amigos; por eso necesita espacios de decir y espacios de silencio. La continua práctica produce llenura espiritual y sosiego, estabilidad emocional; por eso redimensiona la vida y las motivaciones.
Algunos párrafos de Teresa sobre la oración nos ayudan:
 
No es otra cosa oración…sino tratar de amistad, estando… muchas veces a solas con quien sabemos nos ama.
 
Para aprovechar mucho en este camino no está la cosa en pensar mucho, sino en amar mucho.
 
No trabajes Tú de tenerme encerrado en ti, sino de encerrarte tú en Mí.
 
Quien a Dios tiene, nada le falta. ¡Solo Dios basta!