8 ene 2014

La religión del pueblo: los exorcismos


  Los exorcismos junto a la magia y a las sanaciones fueron prácticas comunes utilizadas en las culturas judías y greco- romanas, como terapia para expulsar los demones[1].
 
   El termino exorcismo viene del griego exorkismo, que significa conjuro, es decir, la obligación a través de un  juramento para realizar una encomienda. La palabra exorcista viene de exorkistes, y aparece solo en libro de los Hechos 19, 13 para referirse a los exorcistas judíos itinerantes.
 
   La tradición bíblica del Antiguo Testamento no menciona exorcismos, sino hace referencia sobre espíritus maléficos (1 Sam 16,14 y ss; 18,10; 19,9) y seres demoníacos (Is 13,21; 34,14). El pueblo de Israel después del destierro y por influencia babilónica, asumió las tradiciones sobre los demonios, como seres causantes de todo mal, incluyendo la muerte.
 
   Se tienen por exorcistas, sobresalientes a personajes de la historia bíblica, quienes actuaron con gran éxito y poder: David, Salomón, Noé, Abrahán; así lo describen documentos y  judíos antiguos como: Flavio Josefo, el libro apócrifo Testamento de Salomón (s. I. d. C.), algunos manuscritos del Qumram (11QPs y 11QPsAp), el libro Antigüedades bíblicas del Pseudo-Filón (s. I. d. C), el Libro de los Jubileos (130 a. C), el libro Génesis Apócrifo (hallado en Qumram).
 
   Se añade a esto, algunos textos del Antiguo Testamento, que reflejan la familiaridad del judaísmo con las prácticas exorcistas (Tb 3,8; 8,1 – 3 y Ez 13, 17 – 23). Podemos concluir, que en la tradición religiosa de Israel, se conocían los exorcismos y se tenían a figuras principales de su historia, como exorcistas de poder. Se ratifica igualmente la práctica exorcista desarrollada durante el tiempo del Nuevo Testamento y en el ambiente greco – romano, además de la existencia de fuentes escritas (antes mencionadas), lo cual evidencia una práctica común en el contexto mediterráneo.
 
   La actividad exorcista de Jesús, es presentada por los evangelios sinópticos, a través de una  detallada descripción en cinco relatos con sus paralelos: Mc 1,21 – 28; 5,1 – 21; 7,24; 9,14 – 27; Mt 12,23 – 33. Una agrupación de dichos que responden a las acusaciones de sus adversarios sobre Belcebú: Mt 12,22 – 30 y paralelos. Finalmente resúmenes elaborados por los evangelistas: Mc 1,32 – 34; 3,10 – 12. Esto refleja una tradición habitual y remite a una práctica exorcista obrada por Jesús. También es de notar que Jesús se consideró así mismo como exorcista, así los expresa Mt 12, 28 y paralelos: “Pero si yo hecho los demonios con el soplo del Espíritu de Dios”. Estas constataciones manifiestan la fama de Jesús como exorcista, fue un exorcista de prestigio extraordinario, incluso fuera de los ambientes cristianos.
 
   En el Libro de los Hechos de los apóstoles se narran dos casos de exorcismos: la muchacha exorcizada (16,16 – 18) y los siete hijos de Esceva (19,11 – 17), pero además distintas veces se mencionan como signos prodigiosos la salida de espíritus inmundos de los posesos, como tarea de los discípulos de Jesús (5,16; 8,7). Esto denota el conocimiento de la práctica exorcista de parte de Pedro (5,16), Felipe (8,7) y Pablo (16,16 – 18), tres líderes principales del cristianismo naciente. Otro detalle curioso es la ubicación geográfica de tales portentos: Jerusalén, Samaría, Filipos y Éfeso, lo cual abarca ciudades principales del imperio romano y por tanto se puede sospechar el conocimiento de tales prácticas en lo anchuroso del imperio.
 
   Relacionado con el término exorcismo, está la locución demonio, que en el griego clásico define “una serie de fuerzas personificadas que rodean al ser humano pudiendo llegar a influir y controlar su existencia para el bien o para el mal”. Estos demonios tienen la posibilidad de someter a la persona a su arbitrio, poseyéndola y alterando la normalidad de la misma.
 
   Las afecciones que causan los espíritus malignos son: comportamientos extraños, hablan alternativamente el poseído y el demonio (Mc 1,24; 5,7 – 13), mudez (Lc 11,14), sordera o ceguera (Mc 9,17. 25), epilepsia (Mc 9,18), auto mutilación (Mc 5, 5), mujer encorvada (Lc 13,10 y siguientes).
 
   Tratando de explicar todas esta afecciones originadas por la posesión diabólica, algunos psiquiatras la definen como “un fenómeno disociativo de la personalidad, en el que se produce una alteración de las funciones integradoras de la conciencia”[2], es decir, trastornos en las sensaciones, percepciones y emociones, que alteran la identidad personal, la relación consigo mismo, con el ambiente y con los demás.
 
   También desde la antropología cultural se interpretan las posesiones diabólicas, como una reacción frente a las tensiones imperialistas romanas: opresión, explotación, exclusión, marginación, “…existe una estrecha relación entre la posesión diabólica y las tensiones sociales, tales como antagonismos de clase debidos a la explotación económica, a conflictos entre tradiciones en los que se destruyen las tradiciones veneradas, a la dominación colonial o a la revolución”[3].
 
   El poseso quien pertenece a esta clase oprimida, porque no tendría otra forma de reaccionar, se serviría de tal estado fenomenológicamente, como protesta ante su condición humillante. La posesión demoníaca fue una forma socialmente aceptada de afrontar las tensiones, porque permitía a los poseídos hacer y decir sin poner en peligro el orden establecido, lo que no podrían haber dicho y hecho como personas normales.
 
   Con la investigación que expusimos, se ha querido presentar de forma panorámica, lo que significan los exorcismos, así como las interpretaciones que aportan  las ciencias. Pero en cualquier caso la conclusión es categórica: Jesús ha vencido a los demonios, raíz de todo mal, y con ello ha hecho presente el Reino de Dios en este mundo.
 
   Es la victoria de Dios a través de Jesús, quien se hace solidario con los más necesitados, como Dios compasivo y misericordioso, Dios de justicia y liberación, Dios igualitario y comunitario. Los exorcismos como liberación plena de todo hombre y mujer, liberación física y espiritual, moral y social; promueven el hombre nuevo insertado en Jesucristo, constructor de un mundo alternativo en la justicia y la paz.
 
   Es el Reino de Dios, propuesta de liberación y de un mundo nuevo, derrota del mal, la irrupción de la misericordia de Dios, la eliminación del sufrimiento, la acogida de los excluidos en la convivencia, la instauración de una sociedad liberada de toda aflicción.
 
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[1] En el mundo clásico se refiere a espíritus demoníacos, eran unos seres que se ubicaban entre los dioses y los hombres. Usualmente tenían una naturaleza maligna causando enfermedades y penalidades a los hombres.
[2] Los psicólogos y psiquiatras la llaman Estados Alterados de Conciencia (EAC). Guijarro Santiago. Los exorcismos de Jesús. En: Reseña Bíblica. Madrid.  No 32 (2001);  p. 52 – 61.
[3] Ib.

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